Cada miércoles un cuento en El Estafador

viernes, 28 de septiembre de 2012

Estúpidos

Nota: Lo que sigue es un artículo que empecé hace mucho tiempo y que me he animado a terminar después de lo sucedido el 25S en Madrid. Terminar es un decir. Al texto le faltan un par de repasos pero si me espero a tenerlo bien acabado, bueno, puedo no acabarlo. Considerad, pues, que está en modo beta.




El premio Nobel de Medicina de 1996, Rolf Zinkernagel sostiene que el "mayor problema sanitario es la estupidez humana" (El País, 07/10/2003). Así, tal cual y fuera de contexto, la frase promete, miles de corolarios se amontonan en la puerta para salir en tromba. Pero, ay, Rolf el médico lo estropea todo al matizar que se refiere a la estupidez relacionada con el hecho de que los humanos deberíamos cuidarnos más de lo que lo hacemos en lo relativo al tabaco, las dietas, el ejercicio. Otro discurso médico aburrido y moralizador. Donde falta un cura, aparece un médico.

Sea como fuere, Zinkernagel ha dejado planteada la cuestión de la estupidez como uno de los principales problemas de la especie humana. Y algo así no se puede dejar pasar como si tal cosa. Un par de aclaraciones antes de seguir: estupidez, gilipollez, idiotez, tontuna... cada palabra introduce un interesante matiz que, aquí, dejaremos de lado usando todas estas expresiones como si de sinónimos se trataran. De la misma manera, en un irresponsable ejercicio de imprecisión, se usarán de forma intercambiable términos como Poder, Dominación, Capital, Espectáculo...

La estupidez, basta con echar un vistazo al azar, campa a sus anchas en nuestro aquí y ahora, campó en nuestro allí y antes, campará en nuestro allá y después. Domina el espacio, el tiempo y los detalles. Este texto, sin ir más lejos, puede convertirse en una estupidez al menor descuido, si no lo ha hecho ya. Lo mejor será ir, de una vez por todas, al grano, si esto ha de ser estúpido que, al menos, sea breve.

No se sabe si el Nobel se refirió también a la estupidez que cometemos al dejarnos gobernar, en general, y al dejarnos gobernar por quienes nos gobiernan, en particular. En este caso, se ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Muchos se llenan la boca hablando de la estupidez de los poderosos y olvidan la nuestra, la de los gobernados. El paradigma de tío tonto en el poder sería George W. Bush, respondiendo como un analfabeto a preguntas de cultura popular, leyendo un libro al revés o haciendo las mismas muecas que un primate. Una pena que la Operación Pretzel fracasara. Pero hay más. ¿Qué decir de Aznar hablando a lo tejano? ¿Y lo tonto que nos parece ahora Rajoy, escondido como una alimaña o paseando por Nueva York y fumándose un puro como si aquí no pasara nada? ¿Y los economistas del FMI? ¿Y la policía que se infiltra en las manifestaciones con un brazalete fluorescente que pone POLICÍA? Pero ¿son tan tontos como nos hacen creer? ¿Es posible que lo sean y, al mismo tiempo, hagan y deshagan en nuestras vidas a su antojo?


La Dominación pretende básicamente dos cosas: (1) mantener el poder y (2) aumentarlo. Si para eso deben hacerse pasar por tontos, o ponernos delante peleles idiotas de los que nos podamos reír, pues lo hace. No hay problema. Las ventajas de esto son varias. El Pueblo menosprecia al Enemigo, lo cree idiota y eso, paradójicamente, lo refuerza porque nuestras respuestas nunca se ajustarán al verdadero perfil del Poder. Miramos por encima del hombro a los que nos gobiernan, siempre tan idiotas, y nos olvidamos de la inteligencia caníbal de los hombres detrás de la cortina. Al mismo tiempo, la supuesta gilipollez del que manda crea una barrera protectora contra las acciones que lleva a cabo. Lo que sucede siempre se muestra como algo casual o accidental, nunca hay responsables, solo técnicos y políticos desorientados en su buena voluntad por servir al público. O, en su defecto, como algo inevitable: Es la única opción posible. La tontuna suplanta a la maldad, los palos de ciego a la estrategia capitalista, los balbuceos salivosos de Rajoy al plan a largo plazo del Imperio, el azar a las acciones dirigidas a destruir cualquier situación contestataria...

“Los poderosos son tontos del culo” es una premisa que deja en ridículo algunas cuestiones de considerable importancia. Cuestiones para las que, además, se ha diseñado una categoría a medida: teorías de la conspiración. Esta categoría tiene tan mala fama que, probablemente, ya mismo, después de haber leído la palabra “conspiración”, el 80% de quienes leáis esto hayáis dejado de darle credibilidad a este texto, como si estuviera a punto de enseñaros un cocodrilo gigante recién salido de las alcantarillas de Manhattan.


De conspiración solo se puede hablar si se ven implicados cuatro infelices que quieren hacer la revolución poniendo bombas. Pero si alguien intenta decir algo acerca de gente poderosa reunida en un despacho decidiendo qué hacer para solucionar sus problemas de la mejor manera posible se le trata de un loco que da por hecho que Armstrong y Aldrin pisotearon un desierto terrestre y no suelo lunar. Porque, claro, son los mandamases, los que mueven los hilos, los dueños y señores pero jamás se juntarían para planear cómo conseguir más poder o cómo quitarse de en medio un problema incómodo. Eso lo haría gente lista, como mis colegas y yo, que nos hemos pasado un mes planificando cómo abordar tal o cual cuestión, pero ellos... nah, ellos no, ellos son gilipollas y ya está. Si no fuera por el temor de llevar la cuestión a un nudo gordiano que anule el texto, afirmaría que hay una gran conspiración del Poder para hacernos creer que las conspiraciones del Poder no existen. Avancemos, sin embargo.

Lo que en presente es conspiración y, por tanto, asunto de pirados, con el paso del tiempo se convierte en evidencia más o menos argumentable. En “La relación capital/trabajo durante el Franquismo” (capítulo del libro “Luchas autónomas en los años setenta”), Santiago López Petit explica cómo actuó el Capital español para anular al movimiento obrero autónomo en la España de finales de los 60 y comienzos de los 70. Se hizo todo lo posible por aislar la fábrica de la Sociedad, intentando transmutarla de foco de rebeldía a nido de maleantes. Se aprovechó la diferencia entre los trabajadores de grandes fábricas y de pequeñas fábricas para conceder más ventajas a los primeros que a los segundos. (El divide y vencerás parece la única divisa conspiratoria que todavía conserva algo de crédito.) Y, por último, se usó la inflación; es decir, se la dejó subir para anular los aumentos de sueldo conseguidos con las huelgas y, así, hacerles perder fuerza desmotivando a los trabajadores. Todo esto se decidió en reuniones entre hombres trajeados y en cómodos despachos. Hombres que miraban los informes de la policía y de la patronal, que estudiaban los informes de los técnicos y que tomaban decisiones para anular el poder popular y seguir, ellos, apoltronados en sus sillones de piel.

Algunos años más tarde, otro gobierno español se enfrentó a una situación que se le fue de las manos. Después de un accidente in itinere en Lorca en el que murieron diez trabajadores ecuatorianos indocumentados, comenzaron a sucederse las luchas de los sin papeles por toda España. Encierros, manifestaciones, huelgas de hambre... El gobierno llevó a cabo toda una serie de iniciativas encaminadas a (1) no aceptar las demandas de los sin papeles (básicamente, un proceso extraordinario de regulación) y (2) anular cualquier posibilidad de que ese movimiento espontáneo se transformara en una fuerza social estable. Para ello maniobró en varios frentes. Por un lado se sacó de la manga el llamado Retorno Voluntario por el que se pagaba el viaje a aquellos que quisieran volver a su país. Puente de plata para que el enemigo huya. Se ofreció regularizaciones solo para los inmigrantes encerrados cuando estaba claro que la reivindicación era un proceso de regularización general. Y, bueno, se recurrió a otro clásico: la manipulación. Los trabajadores inmigrantes, esos mismos que habían cruzado continentes y se habían jugado la vida para llegar a España, eran unos atolondrados con minoría de edad mental que se dejaban manipular por los ubicuos antisistema de este país.

Volvamos al aquí y al ahora. Miremos con la dificultad de la cercanía y hagamos suposiciones. Pero no las desechemos pronto. Dejémoslas ahí, que se aposenten y que dejen un rastro de certidumbre o falsedad, según nos suenen más o menos acertadas. Pensemos en la policía, con perdón.


De nuevo, tras los incidentes del 25S en Madrid, se denuncia a diestro y siniestro la presencia de policías infiltrados en la manifestación dedicados a provocador violencia. Se denuncia con una candidez sorprendente. La gente se asombra de que la policía pueda hacer algo así. Pero, pardiez, ¿es que no hemos aprendido nada? Infiltrados han existido siempre. No solo chivatos ocasionales o el típico secreta que se mete en una asamblea a ver si se entera de algo. Infiltrados en el sentido amplio de la palabra, gente que finge ser lo que no es y que consigue formar parte de colectivos para influir en sus decisiones, para saber de primera mano lo que se pretende hacer, para señalar con el dedo a los culpables.

Se trata de controlar a toda costa. El infiltrado no solo tiene la misión de conocer e informar. También se le pide que incite, que provoque hechos que favorezcan al Poder. El infiltrado provoca violencia y esto permite que, por un lado, los salvajes uniformados den rienda suelta a sus impulsos bárbaros (son policías y esto no acepta matices, no son pueblo, no son clase trabajadora, no son compañeros, coño, son personas que han renunciado a su humanidad a cambio de un sueldo que les permita impunemente dar palizas, insultar, torturar...). Por otra lado, se envía un mensaje a la mayoría de la sociedad. Un mensaje más o menos así: Vale, como gobierno somos un desastre pero ¿acaso no veis que tenemos un enemigo en común? Los violentos, los terroristas quieren acabar con nosotros, amenazan al Sistema y te amenazan a ti, ciudadano normal y corriente. Pero, no te preocupes, el Poder te protegerá, la policía velará por tu seguridad. Parecerá imposible, pero la gente muerde el anzuelo. Si pudiéramos mirar el interior de la garganta de nuestros vecinos, veríamos cómo se desangran poco a poco, heridos por un hierro curvo.

Lo anterior está explicado de forma certera por el situacionista italiano Gianfranco Sanginetti en el libro “Sobre elterrorismo y el Estado”. Sanginetti explica cómo los atentados de la Piazza Fontana (1969) y el secuestro de Aldo Moro y su posterior asesinato (1978) fueron actos de terrorismo organizados y ejecutados por el Estado. El tablero de ajedrez es suyo, juegan con blancas y con negras, ganan siempre. La bandera falsa del atentado en Milán fue la fascista. La masacre fue una de las razones que llevaron a la creación del grupo Brigadas Rojas, las mismas a las que luego se les atribuyó el asesinato de Moro.


Sanginetti hace un repaso a la historia de la Okhrana, los servicios secretos zaristas, pioneros en esto de las infiltraciones y las conspiraciones y que exige siempre el uso del epíteto temible. La temible Okhrana sabía que se avecinaba una revolución en 1905. Para adelantarse a la jugada, decidieron matar al ministro de interior ruso de la época y, no contentos con esto, acabaron con el gran duque Sergio, tío del zar. El terror permite la represión, asusta a al gente, resta argumentos a los contestatarios, engorda al Poder.

Por si acaso alguien tiene la tentación de pensar que todo esto es cosa del pasado puede ver los vídeos del 25S o recordar que el 15M de Sevilla tuvo una experiencia al respecto no hace mucho. Y son innumerables los casos documentados en nuestro contexto actual. Va uno copiado de un artículo aparecido en Nodo50:

Joaquín Gambín Hernández fue un confidente infiltrado conocido como el Grillo, el Legionario o el viejo anarquista. Bajo las órdenes del comisario Manuel Gómez Sandoval, viajó a Barcelona desde Murcia, donde actuaba bajo las órdenes del comisario J.M. Escudero. Fue el impulsor del atentado a la sala Scala de Barcelona (enero de 1978), episodio de terrorismo de Estado para aislar y desprestigiar a la CNT. Fue detenido en 1981 después de un tiroteo en Valencia. En 1983 fue condenado a siete años de cárcel de los que cumplió dos. En 2002, con 71 años vivía plácidamente en Murcia.”

Y, a pesar de todo, nos sorprendemos de ver a encapuchados arrestando a gente mano a mano con los policías acorazados. El Espectáculo lleva años idiotizándonos. La tele, el fútbol, el sistema educativo, el trabajo asalariado, los centros comerciales, el consumismo... Pero, por si acaso alguien quiere ponerse a leer, a conocer lo que sucedió y a averiguar lo que pasa, vuelve a lanzarnos la zanahoria de la estupidez de los que gobiernan. Barcelona fue el escenario elegido. Primero fueron esos tiarrones con pinganillo y vestidos de manual que cantaban a la lengua. Después, por si no había quedado claro, salieron de manifestación con un brazalete fluorescente con la palabra “POLICÍA”. En letras rojas, bien clarito. Fijaos en lo gilipollas que somos, nos dice la Dominación. No os preocupéis por nosotros, los servicios de inteligencia son una broma, los comisarios tiene el coeficiente intelectual de un puñado de musgo, los jefes políticos son gañanes franquista sin dos dedos de frente. Somos tontos, no sufráis.


Pero no es así. De nuevo la temible Okhrana. Cuenta Sanginetti que Lenin tuvo acceso a los archivos de la policía secreta del Zar en 1919. Había 55 provocadores profesionales a sueldo, 20 se repartían el control de los bolcheviques. Y Lenin tuvo la amarga sorpresa de tener que constatar que los provocadores son casualmente siempre estos mismos camaradas por los que tenía, él tan prudente y tan experto en materia de clandestinidad, la más profunda estima y la mayor confianza por los servicios prestados y la audacia mostrada en varias ocasiones.

Esos supuestos imbéciles conspiran contra nosotros cada día, cada hora, cada minuto. Y lo hacen muy bien. Somos su sustento pero también su máximo terror. Qué inteligente sería convertir sus pesadillas en realidad.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Insomnio

A continuación, un fragmento de "El fantasma de Canterville" (Oscar Wilde) dedicado a quienes no pueden dormir bien por las noches:

-¡Por favor, no se vaya, señorita Virginia! -exclamó-. Estoy tan solo y soy tan desgraciado, que realmente no sé qué hacer. Quisiera dormir, y ni eso puedo.

-Eso es absurdo. No tiene más que irse a la cama y apagar la vela. Lo difícil es quedarse despierto, sobre todo en la iglesia, pero dormirse es facilísimo. Fíjese que hasta los bebés saben hacerlo, y no son demasiado listos.

-No he dormido desde hace trescientos años -dijo con trsiteza, y los lindos ojos azules de Virginia se abrieron asombrados-. Desde hace trescientos años no he dormido y estoy muy cansado.

(Traducción de José María Courel y M. I. Villarino para la colección "Tus libros" de Anaya.)

martes, 11 de septiembre de 2012

El picotazo de la curiosidad


Un bar. Muy tarde o, al menos, bastante tarde. La cerveza servida en minis y bebida a grandes tragos. Los distintos nombres que reciben los recipientes de gran tamaño de cerveza a lo largo y ancho de la geografía española son la prueba irrefutable de que hay muchas Españas, ni una ni dos. Minis, cachis, macetas... Humo por doquier. Alguno enriquecido a las finas hierbas o a las burdas resinas. Música irregular, y gracias. Un grupo de amigos intenta, otra vez, arreglar el mundo. Ya casi lo tienen cuando uno de ellos dice que no merece la pena seguir con el asunto, que no hay nada que hacer, que se opte por el sistema que se opte acabaremos mal, que los seres humanos somos naturalmente corruptos, egoístas, violentos y patatín y patatán. Silencio desconsolado. Un último trago. Una última calada. De vuelta a casa.

Momentos así, con distintos protagonistas, distinto escenario y a lo largo del tiempo se repiten sin cesar. Abunda la visión pesimista sobre el ser humano y sus capacidades. Se trata de un pesimismo desmovilizador porque anuncia que sea cual sea el planteamientos y el nudo, el desenlace ya está escrito. Es una de esas ideas que vence por cuestiones cuantitativas y no cualitativas: está tan extendida que parece complicado imaginar siquiera que no sea acertada.

El que se llena la boca enumerando los despreciables defectos de todos los seres humanos acaba la frase mordiéndose la lengua. Le gustaría decir que eso es así de manera universal, cósmica y totalitaria menos, salta a la vista, en su caso. Él sí es inteligente, bueno, generoso pero se calla por falsa modestia. Al mismo tiempo, dicho argumento exculpa al que lo enuncia. ¿Qué más da, qué importa si pienso o no pienso, si actúo o sigo cruzado de brazos si todo acabará estropeado por nosotros mismos, intrínsecamente perversos?

Los ewoks sí que son de natural maligno.

Pareciera que el origen de todo estuviera en la violencia, en el crimen. El mito fundacional de Caín matando a Abel o de Rómulo matando a Remo. Maldito empeño en dar por hecho, como explica Hannah Arendt, que “toda fraternidad de la que somos capaces surge del fraticidio”. Esta idea, continúa Arendt, se ha ido configurando como una “metáfora convincente” o “una fábula universalmente válida”. Por fortuna, no hay verdad inherente al ser humano. La misma Arendt explica cómo se consideraba indisoluble a nuestra condición como especie la existencia de ricos y pobres. Esto estaba dispuesta así y fin del debate. Pero esta convicción fue aniquilada por la Revolución Americana que afirmó que la vida podía ser “bendecida por la abundancia en vez de ser maldecida con la escasez”.

Rómulo y Remo poniéndose tibios a leche en su postura habitual para estos casos.

El quid de la cuestión estaría en el contexto, en la anulación del mismo, para ser más preciso. Se hace un juicio de valor del ser humano de forma absoluta cuando debería hacerse de forma relativa. El ser humano no ES de esta forma o de la otra. El ser humano SE COMPORTA así o asá en función de las condiciones en las que se encuentra. Asumimos como defectos inherentes lo que son síntomas del contexto al que nos vemos sometidos. Obviamos las potencialidades, todo aquello de lo que podríamos ser capaces. Juzgamos el futuro con argumentos del pasado: La revolución menganita y fulanita acabó en dictadura y lo mismo pasará con todas las que se intenten. Valoramos nuestras capacidades en función de los fracasos propios o ajenos: Mejor no te molestes, nadie lo ha conseguido. ¿Cómo sabré si soy bueno o no tocando cierto instrumento si nunca lo he intentado? ¿Cómo sabré del placer de decidir sobre las cuestiones que me atañen si lo habitual es que otros decidan por mí? ¿Cómo sabré si soy más o menos inteligente si desde pequeño me han medido con el mismo rasero que a todos y en función de unos cánones aleatorios? ¿Cómo sabré cuánto amor puedo dar y recibir si los sentimientos deben cumplir una serie de reglas estrictísimas que nadie se puede saltar? Etcétera.

Si las circunstancias cambiaran, si en vez de sobrevivir pudiéramos vivir, si no tuvieron que pelear con el vecino por un poco de miseria, si no fuéramos carne de mercado, ¿hasta dónde podríamos llegar? ¿qué mundo podríamos construir? ¿cuantos errores podríamos sortear, por fin? Es irracional pretender que sabemos de antemano las respuestas a esas preguntas. El ser humano es mezquino, es malo, es blablabla. Las respuestas llegarán solo cuando las circunstancias cambien y nos veamos actuar, pensar, sentir en un mundo distinto. La cantidad de posibilidades es ingente. El optimismo se desborda. Nuestros corazones palpitan al son de ese mundo nuevo. Ventrículo Libertario. Aurícula Fraternal. Sístole de Igualdad. Diástole de Justicia.

¿No os pica la curiosidad?

domingo, 2 de septiembre de 2012

“Estoy más que harto y no quiero seguir soportándolo”


En el calendario pasan los días y caen las máscaras, arrastrando derechos y revelando miserias. 31 de agosto. Solo desde el fascismo del gobernante se explica la cancelación de “Carne Cruda”. 1 de septiembre. Solo desde el racismo/xenofobia del gobernante se explica la pérdida de la tarjeta sanitaria por parte de los inmigrantes sin papeles. Pero no nos ceguemos. El gobernante es solo una pieza de la engrasada máquina de la Dominación. Un ingenio que lo engulle todo a su paso, incluida buena parte de la gente que ahora, digo yo, se echa las manos a la cabeza después de usarlas para depositar su papeleta de voto al PP. Sinceramente, no sé a cuento de qué viene ese eslogan de “somos el 99%”.



Es la infamia la que no cesa cuando debería ser el rayo. El rayo que fulminaba a diestro y siniestro de lunes a viernes de 14 a 15 horas en Radio3. Pero lo acabaron para dejar paso a otro montón de infamia. Javier Gallego señalaba culpables, por poco que les guste esto a algunos, y los diseccionaba con su bisturí de carnicero radiofónico. Maldita sea, le puso un nombre tan literario a su programa que uno podría perderse en la multitud de metáforas que se engendran en la carne cruda. Javier Gallego hacía radio con un cuchillo carnívoro entre los dientes (1). Hablaba a las claras; abordaba los temas que nos preocupan a muchos, a algunos al menos; ponía buena música; entrevistaba a gente imposible de escuchar en otras radios; engrandecía los superlativos. Se dirigía al micrófono con alma de filósofo baterista. Y etcétera. Un etcétera lleno de radio y dignidad. Un etcétera que empezó años atrás en “EspeciaMelange”, también en Radio3. Y ahora no toca Marx pero la cosa parece moverse en círculos. “Especia Melange” también desapareció y, en su momento, las razones económicas también fueron esgrimidas. La Especia anunció su desaparición y eso es algo que no se debe hacer, algo tan feo como señalar a los culpables. La gente demostró que amaba a la Especia y pretendió sublevarse contra la decisión de Radio3. Los directivos de la misma enfurecieron. Pueden chaparte el programa pero debes guardar silencio. Periodistas que esperan que otros periodistas guarden silencio. En todo caso, la Especia pudo disfrutar, en su último programa, de ese medio minutode conciencia que le resta al guillotinado. Ahora, el periodista y la radio libre han sido sacrificados en ausencia, por la espalda.

Es sorprendente el papel que ha jugado en todo esto Tomás Fernando Flores. Cuando, hace un par de meses, lo nombraron director de Radio3, a algunos se nos erizó el pelo del lomo. Estaba claro que el PP iba a purgar RTVE y estaba más claro todavía que “Carne Cruda” caería. Lo que era difícil de prever era la miserable actuación que ha tenido TFF. No sólo se ha avenido a cumplir las órdenes que le han dado sino que, en la clásica huida hacia adelante del traidor, las ha justificado con sus propios argumentos. Primero que “Carne Cruda” era cara y, después, cuando esta razón no se sostenía, acusando a Javier Gallego de practicar sensacionalismo radiofónico. También ha dicho que un programa dedicado a las ONGs va a ser mucho más “crítico” (sic). De TFF se dice que le da a las palabras un uso que ni ellas mismas saben que tienen. Pues eso.

(Un inciso, el teléfono del contestador de Siglo21, el programa de TFF, es 913461021, ¿censurarán los mensajes de apoyo a "Carne Cruda" que reciban?)

A “Carne cruda” no le han dado la posibilidad de despedirse. El Poder hace y deshace porque es su privilegio, no tiene por qué dar explicaciones ni dejar que otros den las suyas. El doble sentido de esta última afirmación justifica la forma en la que Juan Ramón Lucas, Toni Garrido, Ana Pastor y Javier Gallego han sido despedidos. Todos sin posibilidad de réplica. Se silencian sus programas y se les silencia a ellos, a traición. Bueno, a traición no, que ya sabíamos que esto iba a pasar. El PP solo engaña a quien se deja engañar.

Solo podemos imaginar lo que se hubiera dicho en “Carne Cruda” de la eliminación de la tarjeta sanitaria a los sin papeles o las canciones con las que hubieran ilustrado la cuestión, tal vez sonaría el grito desgarrador de Abbey Lincoln cantando "Triptych (Prayer/Protest/Peace)".


(el grito empieza en 7:55)

A mí, tanto la evidencia de la sociedad dual como lo que esto tiene de puente de playa para privatizar, todavía más, la sanidad, me recuerdan a una idea del filósofo murciano José Antonio Zamora. Según Zamora, la inmigración es el espejo que nos devuelve nuestra propia imagen. No se trata de un espejo cóncavo o convexo, no, se trata de un espejo con la superficie recién pulida y abrillantada que muestra una imagen precisa de cómo somos y de adónde vamos. La sociedad del dentro-fuera, exclusión-inclusión, lo es cada vez más. De los inmigrantes se quería básicamente que trabajaran por sueldos de miseria y luego desaparecieran, que se escondieran en sus casas sin molestarnos a los legítimos dueños de este país. Esa idea ha estado ahí siempre y ahora actúa con todo descaro. Recógeme los tomates, limpia mi basura, cuida a los viejos, lleva a mis hijos a la escuela pero si te pones enfermo, que te den.

Nos hacemos pasar por una civilización culta y avanzada, herederos directos de los griegos y su democracia. Pero pasamos por alto que se trataba de una democracia que disfrutaban solo los que estaban dentro. No se nacía igual, se conseguía ser igual al pertenecer a la institución artificial de la polis (2). Y son otros, siempre otros, los que deciden si tú, yo o el de más allá forman parte o no de la ciudadanía. Esos otros acaban de darle la patada a casi un millón de personas.

Escuchar a los responsables políticos de turno hablar sobre el asunto de las tarjetas sanitarias es no saber si buscarlos para partirles la cara o mondarse de risa por la sarta de estupideces que balbucean. La Consejera murciana de Salud afirmaba el día 31 de agosto que la medida no iba a suponer ningún ahorro y que nadie se iba a quedar sin atención sanitaria. Venga, ¿en serio? ¿y de qué va la cosa entonces? También hablan de la reciprocidad, un principio miserable donde los haya. ¿Cómo, que en tu país no dejáis votar a los españoles? Pues nosotros haremos lo mismo contigo. ¿Cómo, que en tu país no hay sanidad pública? Pues aquí te la quitamos. Y hablan y hablan sin dejar de decir tonterías. Pero no pasa nada, porque sus siervos ya están delante de los micrófonos de RNE y de las cámaras de TVE.

De espejos también habla Albert DeSalvo, protagonista de “El estrangulador” de Manuel Vázquez Montalbán. “¿Alguna vez os habéis mirado el alma en el espejo del alma?”, se pregunta. Si alguno lo hiciera, si se mirara en el espejo de almas, no volvería a abrir los ojos o, en su defecto, bizquearía de por vida.

Los engranajes de la Dominación llevan siglos afinándose y multiplicándose. De hecho, nuestras conciencias giran a su antojo y nos hemos convertidos en nuestros mejores guardianes. Los inmigrantes han recibido el mensaje y serán más los que decidan no ir al médico que los que se empeñen en hacerlo y reciban una alambicada negativa consistente en leyes de hace varias décadas, facturas impagadas en los países de origen y demás. El resto, de forma más o menos conscientes, hemos recibido nuestra parte del mensaje (la Sanidad ha dejado de ser un derecho universal, ahora depende de los intereses del mercado) y nos preparamos para cuando nos llegue el turno. De la misma manera, es más que probable que los comisarios políticos de RTVE tengan poco trabajo. Toni Garrido con la mejor audiencia en la historia de las tardes de RNE ha sido despedido. Ídem Javier Gallego y el programa con más seguidores en las redes de toda RNE. Todos aquellos que no se plieguen al partido serán eliminados así que ya se cuidarán de cumplir el guión que les tienen preparado.

Para poder dar rienda suelta al racismo, y lo que te rondaré morena, el Poder necesita que la censura acalle a la disidencia y que le dé el micrófono a los perritos falderos para que le digan a la realidad que si no se adapta a las consignas del partido peor para ella. Todo rueda, todo funciona, la máquina está engrasada.



(1) El rayo que no cesa, Miguel Hernández
(2) La Revolución, Hannah Arendt